Thomas Wynn (1979, 1981, 1985), aplicó el
modelo de Jean Piaget de las etapas del desarrollo
a la filogenia humana.
·
En una primera etapa, la inteligencia de los niños
es de tipo sensomotriz, de pura actividad, sin representaciones internas de las
acciones. Esta etapa puede observarse en los primates en general.
·
En una segunda etapa, la inteligencia se
caracteriza por la representación interna de tareas simples, con
planificaciones de las acciones restringidas a prueba y error. Wynn identificó
esta etapa en los chimpancés y en la tecnología olduvaiense.
·
En la tercera etapa, las inteligencia es capaz de
representar y coordinar cambios en diversas variables, de forma que es posible
anticipar el resultado de una secuencia de funcionamiento o construir la
secuencia operativa adecuada a a un resultado deseado. La planificación es
compleja y los errores pueden ser revisados y corregidos. Esta etapa es
identificada por Wynn en la tecnología bifacial de hachas de mano achelenses.
Wynn concluye que el desarrollo pleno de la
cognición se logró hace 0,3 Ma.
El crecimiento del cerebro pudo deberse al
aumento en la duración de la infancia. El crecimiento del cerebro se prolonga
cierto tiempo después del nacimiento. En los chimpancés, el cerebro crece 250
cc, durante su infancia, de unos cinco años. La prolongación de la infancia
implica la prolongación de la lactancia y el aumento del intervalo entre
nacimientos con la consiguiente disminución de la fertilidad.
La solución evolutiva al compromiso entre el
aumento del tiempo de infancia y el mantenimiento de la fertilidad fue la
progresiva aparición de la niñez, cuando la cría no precisa de lactancia
mientras mantiene el crecimiento.
Philipp Khaitovich et al (2012) encontraron
que en los seres humanos, el apogeo de la expresión de los genes sinápticos en
la corteza prefrontal, que controlan la formación y matneimiento de conexiones
sinápticas, se retrasa hasta la edad de cinco años, a diferencia de los
chimpancés y los macacos, donde esto ocurre en el primer año de vida.
·
Homo habilis y rudolfensis disponían de una infancia de
hasta cinco años y un periodo juvenil de otros cinco años que daría paso a la
aptitud para la reproducción sexual.
o
El periodo de infancia pudo reducirse gracias a la
incorporación de las grasas animales a las dietas de las crías. Esta dieta, más
rica, pudo abastecer los requerimientos energéticos de un cerebro más grande.
·
Según Trinkaus, el desarrollo dental de un niño
neandertal de 8 años era comparable al de un niño sapiens de varios años más. Ana Mateos et al (2012) han confirmado una tasa de crecimiento mucho más lenta en neanderthalensis.
·
Los humanos actuales disponemos de un tiempo de
desarrollo de alrededor de 18 años que incluye dos etapas nuevas: niñez y
adolescencia.
o
Nueve meses de desarrollo fetal.
o
Infancia: lactancia y dentición decidua.
Crecimiento muy rápido del cerebro. El primer año, a una velocidad similar a la
que se produce durante el desarrollo fetal.
o
Niñez o segunda infancia. Hasta los seis o siete
años, con la aparición de los primeros molares defintivos. A los siete años, el
cerebro alcanza el tamaño defintivo.
o
Juventud. Hasta los once o doce años, cuando surge
el segundo molar permamente
o
Adolescencia.
Si creemos que el lenguaje es un elemento pragmático de comunicación y
por tanto las posibilidades de comunicarse dependen de la habilidad que
nosotros o cualquier otro ser pueda adquirir,
entonces tendrá sentido rastrear en cualquier indicio una huella de su poder
semántico, de su sentido simbólico o lingüístico encaminado a transmitir a
otros informaciones acerca de uno mismo o del entorno (Skinner, Postal).
o
Esta
forma de ver las cosas tiene sus raíces en el empirismo británico (Hume).
o
La
mente es una pizarra vacía en la que la experiencia va grabando sus signos.
o
Existen
apoyos experimentales sobre la capacidad
de algunos primates para transmitir mensajes con contenido semántico.
§
Los
chimpancés no han podido adquirir una competencia lingüística como la nuestra.
§
Algunos
sistemas de comunicación de los primates resultan ser bien cercanos en sentido
e incluso intención a los nuestros. Por ejemplo, las alarmas selectivas de los
monos verdes (cercopithecus aethiops)
que establecen de una manera muy clara unas identificaciones fonético
semánticas precisas y discretas. Esto supone la posesión de un sistema
cognitivo de representación muy complejo. Los experimentos han demostrado que
estos monos captan los significados de las llamadas y que sus reacciones no son
meras respuestas a los sonidos.
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