Valverde de la Vera, Cáceres, España.
Texto: Los ritos ascéticos. Durkheim (1982).
Si existe una creencia a la que se considere como algo específico de las religiones más recientes e idealistas, tal es la que atribuye al dolor un poder santificante.
El cristianismo cree que actúa sobre todo en el alma. El australiano piensa que es eficaz en el cuerpo. Pero tanto en un caso como en el otro, el principio es idéntico. En ambos se admite que el dolor genera fuerzas excepcionales.
El dolor es el signo de que ciertos lazos que unen al medio profano están rotos. Atestigua pues que se encuentra parcialmente liberado de ese medio. Por ello, el dolor es justamente considerado el instrumento de liberación.
Por lo demás, no puede tener tan solo un valor estético. El culto positivo solo es posible si el hombre se ve arrastrado a la renuncia, la abnegación, el desapego de sí y por consiguiente el sufrimiento.
El ascetismo no cumple tan sólo finalidades religiosas. Los intereses religiosos no son más que la forma simbólica de intereses sociales y morales. Los seres ideales a los que se dirigen los cultos, exigen perpetuos sacrificios. Existe un tipo de ascetismo que, inherente a toda vida social, está destinado a sobrevivir más allá de todas las mitologías y todos los dogmas; es parte integrante de toda cultura humana. Y en el fondo es éste el que constituye la razón de ser y justificación del que han enseñado las religiones de todos los tiempos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario