- En la oposición entre masculino y femenino la forma masculina es no marcada e incluye en su significado la designación de seres de ambos sexos, como en los alumnos de la UNED.
- El masculino es la solución en aquellos procesos de coordinación en los que están implicados nombres de género opuesto como en los bonitos pueblos y aldeas de la región.
- El masculino es el género gramatical de los nombres compuestos, como lavaplatos.
- El masculino es el género gramatical típico en los casos de sustantivación o género no léxico como el saber no ocupa lugar.
El femenino no solo requiere estar marcado sino que está asociado a una desinencia (-a, -esa, -ina...).
Los estudiosos de la pragmática consideran en general que la lengua española es sexista porque su sistema flexivo oculta a la mujer y su vocabulario la vilipendia (zorra, tipa). Los genéricos animados pueden ser masculinos o femeninos (las aves) pero los de persona solo pueden ser masculinos.
La solución a este problema es compleja por razones semánticas, sintácticas y de concordancia. (Por ejemplo, si utilizamos la química en lugar de la mujer químico, ¿cual sería el sentido de el químico ama la química?
Hay una tendencia creciente a construir series con los dos géneros como convocamos a los vecinos y vecinas a la reunión de la comunidad de propietarios y propietarias. Está claro que si bien estas expresiones visualizan la mujer no es menos cierto que aparece en ellas una redundancia innecesaria. Construcciones como Javier y María son hermanos y hermanas, resultan simplemente ridículas. Otras, como su última hija ha sido una niña en lugar de su último hijo ha sido una niña resultan confusas.
La existencia de un género gramatical marcado obedece más a razones gramaticales que socioculturales y por ello será difícil realizar una reforma lingüística que logre la igualdad gramatical entre el masculino y el femenino.
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