No cabe duda que el sapiens
moderno es el animal con un espacio cognitivo más amplio. Además de estar
causado por el instinto heredado, nuestro comportamiento está basado en el
aprendizaje y la experiencia, en mayor medida que para cualquier otra especie. Los
humanos destacamos en lenguaje, pensamiento, inteligencia, memoria, percepción,
atención y conciencia, dando emergencia a productos como el pensamiento
simbólico, el arte o la religión y a una teoría
de la mente muy superior a la del resto de los animales. La amplitud del
espacio cognitivo es el resultado:
·
De las capacidades, potencialidades y posibilidades
biosicológicas de la especie, heredadas, resultado de la filogenia.
o
Aumento de tamaño extraalométrico del cerebro.
§
Hay una cierta relación entre el ratio (volumen
del cerebro) / (volumen del cuerpo) y el grado de capacidad alcanzado por una
especie para afrontar nuevos problemas de manera flexible, es decir, sin
aplicar programas determinados genéticamente.
o
Mutaciones genéticas.
·
Del conocimiento transmitido por los parientes y
otros integrantes de la sociedad. Está influenciado por factores interrelacionados,
como la estructura social, la comunicación, la posición de los innovadores y la
actitud ante la innovación.
·
Del desarrollo físico y sicológico, aprendizaje
y experiencia individuales, sea por actos conscientes o de forma inconsciente,
en función de las oportunidades de interactuar con un ambiente ecológico
determinado.
Ejes del espacio cognitvo |
PROCESOS Y TRANSFORMACIONES EVOLUTIVAS EN CONTEXTOS ECOSOCIALES
El espacio cognitivo se
manifiesta en los artefactos. Se deduce que ha habido un incremento en la complejidad
de los procesos cerebrales porque aparecen herramientas más sofisticadas. Para Michael
Arbib (2012) existe una nutrida línea de investigadores que tratan de conectar
los registros arqueológicos de la elaboración de herramientas con la evolución
lingüística.
·
Se ha observado mediante fMRI, que
las áreas de lenguaje en el cerebro y las zonas dedicadas a la manufactura de
herramientas de piedra se superponen.
·
La evolución de la inteligencia se
deduciría de la evolución de los instrumentos líticos si la correlación inteligencia/capacidad
de talla estuviese demostrada más allá de cualquier duda razonable. Pero esas dudas
existen. Thomas Wynn (1979) calculó la “inteligencia” necesaria para producir los
útiles olduvayenses y el resultado indicaba que estaba por debajo de las
supuestas capacidades de los primeros Homo.
o El
bonobo Kanzi, del Centro de
Investigación Great Ape Trust, fue
capaz de fabricar herramientas de sílex parecidas a las de los homínidos de
hace 2 Ma.
El tejido cerebral es, por decirlo
con una expresión afortunada de Leslie Aiello, muy costoso (Aiello y Wheeler, 1995).
Son muchos los recursos biológicos y energéticos que hay que invertir, en una
ontogenia lenta, para obtener los grandes cerebros que la presión selectiva impuso
en Homo.
Si no es la talla de piedra
la responsable de mantener esa presión, ¿a qué tarea cognitiva hay que atribuir
el éxito adaptativo de los cerebros que aumentan de tamaño y, según creemos, de
complejidad?
·
Se
tiene la idea de que los animales que necesitan poder desplazarse por
territorios grandes en ambientes complejos tienden a desarrollar un cerebro
grande con capacidades elevadas. Necesitan crear mapas espaciotemporales con el
fin de poder localizar el alimento.
·
Otra
posible respuesta a esa pregunta fue anticipada por Nicholas Humphrey hace
tiempo: los cerebros se volvieron grandes y complicados para poder entender las
reglas muy complejas de convivencia (Humphrey, 1976). El concepto de
“inteligencia maquiavélica” intenta expresar el rango de procesamientos
cognitivos necesarios para toda especie que alcance el sistema intencional de
tercer orden propuesto por Dennett, en el que el individuo A atribuiría a aquel
otro B con el que interactúa la posesión de una mente lo bastante compleja como
para albergar deseos y creencias acerca del propio A. De tal manera, se supone
que A actuará de la mejor manera posible para lograr que B interprete su
conducta –la de A– de la forma que A prefiere. Somos actores sociales, vendría
a ser la conclusión, y deseamos manipular a los otros.
En el caso de la inteligencia que podríamos relacionar con el universo de
la estética y su sentido simbólico, durante mucho tiempo se ha sostenido que se
inicia dentro de la “revolución artística” del Paleolítico Superior europeo. Pero
existen indicios muy anteriores de un pensamiento simbólico.
Modelo de evolución del cerebro humano |
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