lunes, 26 de octubre de 2009

La reproducción del grupo social

Esta historia es un poco antigua, pero acabo de enterarme:

Sharon Duchesneau y Candance McCullough son sordas, terapistas mentales y residentes en los suburbios de Washington, son lesbianas y forman pareja. Tuvieron un hijo por inseminación artificial, mezclando el ADN de ambas, deliberadamente sordo.
Duchesneau piensa que “la gente sorda hace que la sociedad sea más diversa y, por tanto, más humana. Hemos elegido que nuestra descendencia sea sorda".
Encontraron un donante sordo de quinta generación en la “comunidad” de la Universidad de Gallaudet, exclusiva para sordos y en la que se defiende que la sordera no es una minusvalía, sino más bien la característica central de una “cultura”, una “identidad”.
Nancy Rarus, de la Asociación Nacional de Sordos y sorda de nacimiento admite que “hay muchos, muchos sordos que desean hijos sordos”. ¿Por qué? Porque así la familia comparte un mismo lenguaje, el de los signos, una misma habilidad para leer los labios y una misma forma de vida. La “comunidad”, además, se relaciona intensamente entre sí y sólo ocasionalmente con “oyentes”, por lo que la incapacidad de oír facilita la integración. Además, las organizaciones de sordos han insistido durante años en que la incapacidad de oír no es motivo de vergüenza o de inferioridad personal o social, y ese mensaje ha acabado creando un cierto orgullo. “La sordera constituye una forma de normalidad, distinta de otras normalidades, pero no inferior”, afirma Candice McCullough.
El padre de Duchesneau le dijo que si quería tener hijos, debía consultar con un genetista para evitar que naciera sordo. “Me sentí despreciada; sentí que mi padre consideraba que había algún problema conmigo y que la sordera constituía, para él, algo muy negativo”.
“Algunos dicen”, señala McCullough, “que no deberíamos tener hijos con esa minusvalía. Pero también los negros tienen más dificultades sociales que los blancos. ¿Impide eso que mujeres blancas elijan inseminarse de un hombre negro, si quieren? Todas las opciones deben mantenerse abiertas”.

http://www.sordos.com.uy/foros/pareja_lesbiana.htm
http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/12651/12251
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-3812-2002-04-10.html
http://www.minusval2000.com/literatura/articulos/el_orgullo_de_ser_sordo.html

Hasta aquí la historia.

En los últimos años venimos observando el surgimiento de nuevos grupos sociales que reivindican su alteridad, basada en rasgos cultuales y también en anomalías o minusvalías. No solo existen grupos de gitanos, ecuatorianos, marroquíes, etc., para los que siempre se reconoció su diversidad cultural. Desde la política, se basado la organización de este país, y algún otro, en regiones autónomas generando o acentuando diversidad cultural. Además de todo esto, han explotado primero los grupos de homosexuales y luego de obesos, alcohólicos, ciegos, sordos... que se organizan y demandan derechos, no discriminación, igualdad.

Lo que quiero acentuar en el caso de Duchesneau y McCullough es la pretensión de que su descendencia nazca sorda y de esta forma pertenzca a su mismo grupo social. ¿Piensan en lo mejor para sus hijos? Seguramente sí, pues las creo convencidas de lo que dicen: ser sordo no es ningún defecto, es solo una identidad más.
Este caso me recuerda al catalán, vasco o gallego que desea que su hijo se eduque en un uso casi exclusivo de la lengua vernácula, con el problema que ello puede suponer para su expresión en español. Ser catalán, vasco o gallego es una identidad que debe reconocerse, protegerse y fomentarse, aunque ello suponga una minusvalía (no reconocida por ellos) para sus hijos.

1 comentario:

  1. Comentarios de Fernando Rodríguez Genovés en El Catoblepás
    http://www.nodulo.org/ec/2009/n093p07.htm

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